Memoria de un gran DÍA
Mi familia, como otras muchas, emigró en los sesenta a tierras del norte en busca de un futuro más halagüeño. Aprendimos a querer la nueva tierra y conseguimos ser queridos en ella, pero nuestros padres habían dejado atrás a sus amigos de infancia y juventud. Con el paso del tiempo empezamos a visitar cada verano a los que mi padre tenía localizados. Al principio era él quien nos llevaba y nos contaba la historia de ese amigo y ese pueblo al que vistábamos. Desde hace unos cuantos años, lo único diferente era que nosotros le llevamos a él. Bueno, a decir verdad cambiaron más cosas. Cada año mermaba la lista de visitables y se entristecía un poco más el semblante de mi padre al recibir las malas noticias de fallecimiento o enfermedad. ¿Por qué no reunirlos a todos un día, antes de que siga mermando la lista? Ese fue mi pensamiento al ver la tristeza en la mirada de mi padre en la última visita que hicimos juntos. Y así fue como lo compartí con Rober Bores ese gran día en